Viaje a Cali

La historia comienza de forma peculiar en junio del año pasado. Almorzaba con mi compañera de trabajo, colombiana, y justo ese día nos habían llamado la atención por un asunto que ya no recuerdo. Entre bocado y bocado, para aliviar la tensión, ella mencionó su deseo de visitar a su familia en Cali en diciembre. Medio en broma, le pregunté cuándo me invitaría a conocer su ciudad.

– Ariel, tú jamás dejarías el trabajo para irte de viaje, y menos en diciembre, cuando hay más trabajo – dijo muy seriamente. Yo, desde siempre con un espíritu contradictorio, le respondí de inmediato y sin pensarlo.
– ¿Ah, sí? Pues te apuesto a que voy a ir contigo este diciembre. – dije con una mezcla de broma y seriedad, extendiendo mi mano derecha para sellar un trato que ella aceptó, aunque sin creerme del todo.

En septiembre, al comprar los pasajes, mi compañera aún dudaba de mis intenciones. El viaje era costoso, pero yo estaba dispuesto a hacerlo solo por llevar la contraria. Le recordaba a mi compañera que no podía cantar victoria hasta que mis dos pies pisaran suelo colombiano junto a ella.

Desde la llegada de los pasajes a mi correo hasta el día antes del vieje, varios imprevistos se presentaron. Un tema de feriados redujo mi estancia de diez a nueve días, y una semana antes del vuelo, tuvimos que verificar las medidas del equipaje de cabina para viajar desde Valparaíso. Además, compré una serie de equipos para el senderismo que realizaría en la región del Cauca.

Finalmente, llegó el día. En una odisea que comenzó en la madrugada de Chile y terminó a las 10 de la noche en Colombia, mis dos pies tocaron tierra en Cali. «¡Viste, te dije que estaría aquí en diciembre!», le dije a mi compañera con orgullo intacto, a lo que ella respondió: «Sí, y estás loco».

Mi estancia allí fue genial. Fue mi primer viaje en el que no preparé absolutamente nada, ya que mi compañera y su familia se encargaron de todo, por lo que les estaré eternamente agradecido. Comí, caminé, bailé y sudé como nunca. Nadé en un río, me tomé fotos bajo una cascada, y probé guarapo y agua ardiente colombiana.

A día de hoy con mi compañera nos miramos en el trabajo y nos reímos de las aventuras que vivimos esos nueve días, lo mucho que faltó por conocer y la promesa de volver a visitar Cali en un futuro.

Montañas bañadas de nuebes mirando el Lago Calima.
«Chorrera del Indio», aunque en el lugar hay carteles que dice que se llama «Salto del Indio».
Roca (?) de la «Chorrera del Indio», aunque en el lugar hay carteles que dice que se llama «Salto del Indio».

Publicado por

Ariel

Periodista licenciado en Comunicación Social. No puedo seguir presentándome, soy impresentable.

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